Tuesday, February 10, 2009

Un paseo por Harlem

Los descendientes de los esclavos africanos que llegaron a EE UU entre los siglos XVI y XIX son un grupo único. En la actualidad, representan casi un 10% de la población de este diverso país, pero su presencia en las grandes ciudades, como Nueva York, Los Ángeles o Chicago, es mayor, tanto por números como por visibilidad.

Harlem, un barrio predominantemente negro situado en la punta norte de Manhattan, figura en pocos recorridos turísticos, pero es un lugar digno de visitar. De día.

Camino con dos amigos – uno judío, otro blanco como la nieve – a paso ligero. El judío está acojonado pero intenta disimularlo. Los dos me transmiten el miedo no confeso que todos los estadounidenses blancos tienen a los negros. Por eso se mudan a las afueras, pienso. El olor a pollo frito proveniente de las tiendas de soul food – la comida tradicional de los negros del sur – inunda las manzanas, algo deterioradas por el paso del tiempo.

Nos dirigimos a la famosa cancha de baloncesto de Rucker Park, en la calle 155 con el bulevar de Frederick Douglas. En verano, según he leído, algunas estrellas de la NBA como Kobe Bryant o Paul Pierce vienen a jugar a esta pista. Cuenta la leyenda que en estas canchas jugaron auténticos cracks; jugones de la calle echados a perder.

A la altura de la calle 151, a cuatro manzanas de las canchas, la cosa se pone fea. Un negro escupe a mi amigo judío y le llama “maricón blanco.” Pasamos del tío y del atajo entre los bloques grises de vivienda social y pillamos un autobús que nos lleva directos a las pistas.

Cuando llegamos no hay nadie jugando, sólo cuatro chavales fumando, apoyados en la valla. Ojala hubiese traído un balón, pienso, mientras imagino el ambiente en esta pista un domingo cualquiera de verano.